martes, 26 de septiembre de 2023

y la lluvia

 Vuelve a ocurrir, cuando acudo aquí me sorprendo de todo el tiempo que ha pasado desde la última vez, más de tres años, apenas minutos antes de que empezara la pandemia, ¿cómo puede ser? ¿Qué ha ocurrido? ¿Es buena o mala señal? No pienso mucho más, solo siento cómo el paso del tiempo me abruma una vez más. En algún momento pareció que el tiempo se paraba, que, en cierto modo hubo un renacimiento, nació una nueva Yo, Ana. De algún modo el miedo se echó a un lado, de algún modo venció la esperanza, de algún modo me sentí agradecida porque se me mostró algo tan bello, tan bonito que cuesta tratar de nombrar, tan inexplicable como lo sentía la Chispita de la película. 

Pero también quedó algo parecido... ¿parecido a qué? Algo que me rinde, algo que me hace llorar cada vez que te quiera escribir, Ana, algo que me rinde, que hace que me ponga de rodillas y me proteja la cabeza con los brazos.

Ocurre que ahora estoy triste, Ana, y tras muchos meses estando triste, me he acordado de ti. Puede que si te contara los motivos de mi tristeza te parecieran naderías, seguramente que sí, o puede que no, puede que no tengas una catalogación de los hechos objetivos que puedan justificar los sentires. Ojalá que sea así.  

¿Por dónde empezar? Me siento fracasada, Ana, fracasé, y de eso hace ya varios meses y el sentimiento se adormece a veces, pero vuelve una y otra vez. También fracasó quien me acompaña y es algo que me apena más todavía. Quizá yo pueda sobrellevar mi fracaso, pero tengo miedo por si quien me acompaña no puede.

Me siento fracasada, fracasé, y de eso hace ya varios meses y no sé cómo hacer para entender eso. La oportunidad pasó y no es algo que pueda arreglar, como quizá otras cosas se hayan podido arreglar. 

También fracaso con mis sueños, Ana, nunca seré escritora. Escribiré, pero todo quedará en la nada, como quedan estas cartas que te envío.

Porque, como en una novela sin contemplaciones, de mi vida se van desprendiendo partes. Compañeros que creía imprescindibles hasta ahora en mi vida. Compañeros que caen sacrificados, que les cortan la cabeza, de modo que el lector quede espantado, impactado, traumatizado. Quizá sea algo así, porque le cortaron la cabeza a mi sensación de buena estrella, de ser alguien capaz, de justicia por el esfuerzo realizado. También le cortaron la cabeza, una vez más, a mi anhelo por escribir, me dicen, no escribes, no escribes, y cuando lo haces, a nadie le importa. También le cortaron la cabeza a aquella persona que pareció guiar mi muerte y resurrección. Y, como en una novela, quedo solo en una isla desierta, en un páramo sin árboles, bajo la lluvia. Pero todavía vivo.

Me quedo sin palabras y sin lágrimas, y poco más sé hacer que pedirte que no me dejes de querer.

Sqa.

jueves, 26 de marzo de 2020

sqa

De nuevo los años pasan rápido. Han sido dos esta vez y cuando intento escribir siento las mismas emociones que sentiría si volviera a ver a alguien esencialmente querido tras mucho tiempo. Como si volviera a ver a un hijo perdido largos años.
¿Dónde estuviste? ¿Qué fue de ti? ¿Sufriste, hijo mío querido? ¿Te hirieron? ¿Heriste, hijo mío, heriste?
¿Te dejaste llevar por el odio? ¿Te fulminó el amor en alguna ocasión? ¿Lo hizo? ¿Qué fue de ti, hijo mío querido?
Los años pasan, las estaciones, las obras de los hombres, pero yo sigo aferrado a ti, querido hijo mío. Querido niño.
Déjame que te quiera.
Sqa.

viernes, 26 de enero de 2018

Querida Ana

Querida Ana:

Hace mucho que no te escribo. Me cuesta creerlo, han pasado prácticamente tres años. ¡Tres años! Quizá el esfuerzo sea demasiado. Mis días pasan de costumbre en una especie de quietud, y, como alguna vez te he contado, Ana, los años parecen tener únicamente 24 horas. Pero cuando te escribo siento ganas de llorar, quizá porque acuden demasiadas cosas a mi memoria, demasiadas sensaciones que no sé reconocer. Puede que sea lo que les pasa a los niños, que, por eso, lloren tan a menudo, porque viven con el corazón a flor de piel. Cuando te escribo me siento como una niña, una niña pequeña que necesita que la quieran, que la comprendan, que la diviertan, que la hagan soñar. Todas esas cosas que necesitan los niños y que parecen imposibles de colmar.
Puede que, por eso, pasen los tiempos sin escribirte, pero, ¿y si alguna vez no tengo a quién escribir? ¿y si alguna vez no hay un corazón que sacar a flor de piel? ¿Y si alguna vez no hay una niña dentro de mí? Qué tonta, ¿verdad? Puede que te cueste entender que añore sentirme tan vulnerable, tan al borde de las lágrimas.

Es a lo que tengo más miedo, Ana, a dejar de sentir mi corazón. Y quizás la amargura que siento en ocasiones se deba a eso, a que los días pasan sin un momento en el que sepa sentir a mi corazón. Por todos esos momentos en los que no te sé mirar, corazón. Por todos esos momentos en los que me eclipso.

Y busco otros apoyos, me digo: "mi vida es valiosa, es importante, es rica, tengo un marido, un trabajo, una hija, he hecho realidad mi sueño, he escrito libros. No tengo motivos para sentir amargura" Y es verdad, Ana, mi vida es rica en personas a quien querer. Pero, aun así, no dejes de escribirme nunca, Ana. No dejes de quererme.
Tu amiga que te quiere, Kitty.

miércoles, 27 de abril de 2016

Déjame que te quiera

Déjame que te quiera toda la vida.
Deja que te escudriñe
que aparte de ti mi mirada
un segundo más tarde
de lo normal
que palabras simples
se revistan de poesía
sin necesidad de pensar
que, por unos segundos,
mis vagabundos corazones
se pongan de acuerdo
se aquieten, sientan la calidez
de un niño que juega en la arena
que las estrellas se paren
un ínfimo e interminable segundo
y que latan, que latan
que latan de nuevo
estrellas y corazones
perdidos, vagabundos, arrogantes
a la espera de uno nuevo
de tus reflejos.
Déjame que te quiera toda la vida.

lunes, 2 de febrero de 2015

Querida Ana

Querida Ana:
Estoy llorando, como siempre que trato de escribirte. Quisiera ser capaz de mirarme desde fuera. Siento que tengo dentro un enorme agujero negro que a veces siento lleno de mil universos y a veces siento vacío. Y me frustro como un niño pequeño cuando no encuentro las palabras. Porque sigo siendo un niño pequeño que no sabe si alguien lo quiere o si es capaz de querer a alguien y pienso que si, al menos, encuentro las palabras adecuadas, quizá esté avanzando en el camino correcto. Pero las palabras son muchas, con infinitos matices y es fácil equivocarse, y vivo sin saber vivir. Buscando la belleza en el diccionario de sinónimos, solo queriendo hacer rimas. Vivo sin saber vivir. De verdad. Solo quiero amar. Solo quiero amar. De verdad. Solo amar.
Tu amiga que te quiere, Kitty.

martes, 22 de julio de 2014

cartas

Mi abuelo murió la semana pasada. Lo sentí mucho. Estaba muy unido a él. Algo más que el típico cariño fraternal abuelo-nieto. Una suerte de conexión. Algo que me hacía ir a visitarle a su alejado pueblo y llamarle por teléfono bastante más a menudo de lo que se suele entender como contacto de cortesía.

Tenía 98 años y, hasta el final, mantuvo una lucidez y, sobre todo, un optimismo hacia la vida que parecían propios de un veinteañero más que de un anciano. Realmente era así, para él la vida era bonita y vivir, para él, era en sí una dicha. Parecía que le bastara con mirar el cielo azul y al sol para llenarse de alegría.

Mi madre y yo estuvimos varios días en su casa, empaquetando, clasificando, sin saber muy bien para qué hacíamos todo ese trabajo, si por un sentido puramente práctico o, más bien, por un afán de empaparnos de la que había sido su presencia, para emborracharnos de nostalgia.

Entre sus papeles y sus muchas cartas encontré una diferente a las demás.

La carta estaba fechada en León, en octubre de 1929, y decía así.

“Querido mío. ¿Cómo estás? Espero de corazón que bien, que muy bien.

Dios mío. ¡El tiempo pasa tan rápido!

No sé verdaderamente qué decir. He sentido la necesidad de escribirte algunas palabras, de tratar de recordarte, de acordarme de nuestros días juntos. He sentido esa necesidad.

Éramos más jóvenes. Hace ya 8 años. Y yo soy feliz, muy feliz. Amo con todo mi corazón a mi esposo, adoro a mi pequeña Carmela pero, a veces, echo de menos el cielo de Finisterre, nuestros paseos por el puerto, el sentimiento que me enseñaste, que me mostrarte, el sentimiento de que la vida es bella. Amo la vida, amo mi vida y las personas que habitan en ella, pero en ocasiones necesito ayuda para darme cuenta de eso. Echo de menos las lágrimas. Las lágrimas que lo limpian todo, como la lluvia. Sin lágrimas estoy perdida.

Es por eso por lo que te escribo. Porque tu recuerdo es ése. De esperanza, de vida, de tantísima cantidad de vida.

De verdad que lo siento. Seguro que no entiendes nada. No te preocupes. Yo soy así, tengo esta necesidad. Necesidad de recordarte. Aún siendo 8 los años que han pasado. Aún que, probablemente, lo haya idealizado todo. Aún que yo no querría por nada del mundo cambiar mi vida por que soy feliz, soy, en definitiva, dichosa. 

Pero, de tanto en tanto, tengo necesidad de tu recuerdo.

De saber cómo estás, si estás bien o mal; si trabajas, si eres feliz, si tienes problemas. De preocuparme porque parece que no contestes mis cartas. Tengo necesidad de eso. También de contarte que mi hijita es muy grande y muy pequeña al mismo tiempo, que lo que quiero sobre todas las cosas es que ella sea feliz. Que la quiero, la amo…

Y que yo, yo sigo como siempre, yo soy como siempre…

Te echo de menos.

Cuídate.”

La carta estaba firmada por María Berum y, al parecer, mi abuelo no la había contestado o, al menos, no había guardado el borrador que siempre escribía de todas las cartas que mandaba.

En el tren de vuelta a casa comencé a divagar sobre la tal María Berum. La cuestión es que tenía la impresión de haber escuchado ese nombre antes. Al poco de llegar se hizo la luz en mi cerebro, como cuando entiendes el mecanismo de una fórmula matemática y el nuevo camino abierto marcado por la comprensión se queda impreso a fuego en tu entendimiento. La madre de mi mujer, mi suegra, ya fallecida, se llamaba Carmela, y su segundo apellido era Berum. La abuela de mi mujer se llamaba María. María Berum.

En la estación me esperaba mi mujer y mi hija. Sonreí automáticamente al ver a mi pequeña. Siempre con esa mirada luminosa y ese entusiasmo tan propio de ella. Parecía que le bastara con mirar el cielo azul y al sol para llenarse de alegría.

Me apresuré a bajar del tren. Y ya no volví a pensar sobre el asunto.

jueves, 6 de febrero de 2014

Querida Ana

Querida Ana:
El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, como dice la canción. Ya está aquí otro año. Miro mi caja de latón, donde guardo tus cartas y los borradores de las que yo te mando y me asusta ver el tiempo que las separa.
Ya no somos niñas, ¿verdad? Aunque a veces nos guiñemos un ojo a través de la noche, con la luna como intermediaria, como hacíamos antaño. Pero el tiempo pasa.
Yo ya soy madre, de una niñita preciosa, que me agota y me maravilla a partes iguales. Y eso pesa, la responsabilidad a veces es abrumadora, lo pautado que se tornan los días y las noches; el tiempo parece de repente compuesto por días de 240 horas, pasan rápido. Tan rápido. Y, al mismo tiempo, la vida parece tan fácil para ella, para mi hija, el mundo parece tan lleno de amor. Todas las personas son buenas para ella. Su inocencia hace sonreír todo mi ser, estirándome como un chicle. Su bondad natural me rinde.
Ya somos grandes. Hablarte de cómo, igual que cuando era niña, me pongo a llorar invariablemente cuando te escribo, de cómo escribirte significa para mí acercarme al sol que guardo escondido en algún lugar dentro de mi corazón y de cómo ese sol logra cegarme y provocar que llore. Hablarte de eso hace que me sienta hasta culpable, egoísta por perder de algún modo la entereza, como si dejara de lado el primer lugar que se merece mi hija, mi mundo.
He de dejarte ya. Sigue queriéndome, sigue escribiéndome.
Tu amiga que te quiere
Anne

viernes, 1 de marzo de 2013

yonquis

Hay dos tipos de personas. Qué simplificación, ¿verdad? Una parte de mi ser se revuelve en su tumba ante tamaña baja gama de grises. Blanco o negro, contigo o contra mí. Qué horrible. Pero otra parte me susurra, casi con faltas de ortografía, que en lo sencillo está lo real, que el corazón no sabe de filosofía, que no ha ido a la escuela y mucho menos a la universidad. Que él, el corazón, entiende mejor lo que es fácil. Y que no le gustan las divagaciones, es perezoso y se distrae con facilidad.


Hay dos tipos de personas, pues. Y cada persona lo es de un tipo u otro en función a cómo responden ante las pruebas. Cuando una desgracia los abate, derrumba todo su mundo, les quita el aire, la tierra, el agua, el fuego, les parte en dos. Entonces, los hay que se cargan de tristeza y los hay que se cargan de odio. A los que la tormenta les despoja de todo lo que es su ser y a los que la tormenta los carga de carga eléctrica negativa. Los hay que, cuando todo acaba, cuando la noche toca a su fin y el sol vuelve a hacer su aparición, tímido y frío, son mejores personas; y los hay que, por contra, son peores.

martes, 6 de marzo de 2012

descompresión

Vivir en el infierno, pasear por sus calles perfectamente empedradas y, al segundo siguiente, tocar el cielo con una mirada. Es demasiado tránsito de golpe. Demasiado cambio de presión, el cuerpo no está acostumbrado a eso. La descompresión puede matarlo. En las clases de buceo te enseñan a que, cuando más profundo desciendes, más lentamente has de ascender, con frecuentes paradas en las que vas expulsando poco a poco el nitrógeno que se te ha ido acumulando en la sangre. Si lo haces de golpe corres el peligro de que se te obstruya la circulación, de que en tus venas aparezcan burbujas y de que te mueras. Es así. Es una cuestión física y, queramos o no, estamos sujetos a ella. Pero hay cosas de las que no sabe el alma humana, no ha ido a la escuela nunca, no ha escuchado programas divulgativos en la radio, no ha visto documentales. Ella sólo nos acompaña hasta la escuela y nos deja en la puerta. A las cinco nos vuelve a recoger y sabe Dios lo que ha estado haciendo mientras nosotros nos ilustrábamos. Ella nos enciende la radio, la televisión, nos pone el canal para que nos distraigamos y aprendamos cosas pero, mientras, ella está en otra habitación trajinando con sabe Dios qué inventos. Ella no sabe, no conoce, es completamente analfabeta el alma humana. Ella hace siempre lo que le viene en gana. Es una eterna rebelde. Peor que un hippy, que un skin head, que un corredor de bolsa. Es una adolescente con granos hasta en la punta de las uñas, dispuesta a cocernos a fuego lento o a agrandar nuestro mundo hasta cotas inimaginables. Es así. Y más vale que lo aceptemos. Aunque cuando lo hayamos aceptado se volverá a rebelar, irá a izquierda y derecha, lo que sea con tal de que las burbujas de nitrógeno de nuestra sangre vuelvan a quejarse, a refunfuñar como viejas contra los niños que arman ruido. Es algo completamente incorregible. Algo a lo que compro golosinas, siempre que puedo, para que no se canse y se fugue con un grupo de rock, para que no se suba a su autobús y se vaya de gira por todo el país. Para que se quede siempre conmigo.

viernes, 8 de octubre de 2010

como los ángeles

Como Los Ángeles al caer el sol, bello como una postal; como los mármoles del Taj Mahal, brillantes, luminosos y fríos, con un corazón fúnebre; como mis palabras, huérfanas de un cantante que las haga canción de amor y las despoje de su ingenuidad. Así te me muestras tú; bella, luminosa y brillante. Fría, fúnebre y huérfana. Así mi canción de amor, ingenua y sin música. En esta historia sin final feliz; ni siquiera sin final. Pero, la vista desde mi ventana es hoy más hermosa que nunca. Tan hermosa.

jueves, 28 de enero de 2010

respirar

Para que no se enteren de que me he marchado les digo a mis sueños que vuelvo en seguida, que sólo salgo a tomar un poco el aire, a fumar un cigarro, a viajar en un crucero y observar a los viajeros, a fantasear con fantasmas, a jugar a cuidar a corazones frágiles y a indios y a vaqueros, a romperme la cabeza y el corazón y a buscar grandes finales. A dar grandes rodeos buscando un punto débil. Les digo a mis sueños que me esperen, que me esperen un poquito más, que yo soñaré con ellos.

viernes, 20 de noviembre de 2009

ánimo

Mientras recojo mi ánimo del frío suelo de la cocina siento los ojos de mi destino clavados en mi, desde dentro me veo desde fuera, la mirada tamizada por el odio, la tristeza y el cansancio, a punto de decidir que terminé. Desde fuera me veo desde dentro y mi mirada se empaña con un niño de cabellos negros y unos ojos azules que me regañan por mi desaliento. Levanto mis súplicas y busco aire y el niño se lleva mi corazón a jugar, y los ojos azules se llevan los míos hasta el mar.

lunes, 2 de noviembre de 2009

sqa

Quisiera pedirte perdón, corazón, por todos los momentos en los que no te sé mirar, en los que no te sé amar, en los que me pierdo, en los que me muero de miedo, en los que me adormezco, en los que no sé esperar, en los que pierdo la memoria, en los que me siento un niño pequeño, en los que no encuentro el camino a casa, en los que no sé perdonar, en los que te hago daño, en los que me pierdo, en los que me pierdo...

lunes, 18 de mayo de 2009

Idilio

Tú querías que yo te dijera
el secreto de la primavera.

Y yo soy para el secreto
lo mismo que es el abeto.

Árbol cuyos mil deditos
señalan mil caminitos.

Nunca te diré, amor mío,
por qué corre lento el río.

Pero pondré en mi voz estancada
el cielo ceniza de tu mirada.

¡Dame vueltas, morenita!
Ten cuidado con mis hojitas.

Dame más vueltas alrededor,
jugando a la noria del amor.

¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto de la primavera.

Federico García Lorca (Idilio)

lunes, 16 de febrero de 2009

querida ana

Querida Ana:

Como siempre me cuesta empezar esta carta, me da tanto miedo quedarme más perdida que antes de empezar… Los días pasan muy rápido y eso me pone triste, me olvido de mi corazón y a veces no sé si soy feliz o si estoy medio dormida. Me siento tan niña porque sé que si perdiera lo que ahora tengo me moriría de dolor y de tristeza pero necesito sentir que mi corazón tiembla de emoción, que se rompe y se quiebra, que no puede contener el llanto, que se sienta rebosante de vida, que se sienta agradecido por vivir. Quizá esté mirando al lugar equivocado, quizá mi impaciencia, mi prisa me impidan dejarme esperar con esperanza. Pero tengo miedo a que mi corazón se adormile demasiado, tengo mucho miedo a eso. Ojalá pueda quererme Ana, ojalá pueda quererte con toda la fuerza de mi corazón, ojalá pueda abrumarme toda la belleza y compasión. Es por eso por lo que os necesito, porque ¿qué soy yo sin vuestro amor? Soy tan poca cosa, soy una niña enferma. Una niña perdida, una niña nostálgica, una niña egoísta, una niña que te necesita. Sólo quiero amar.

viernes, 2 de enero de 2009

abrió los ojos

Abrió los ojos, o más bien pestañeó, le picaban los párpados y, al entrar en casa, el contraste con el frío que hacía en la calle hizo que se le empañaran las gafas. Aún así no se las quitó porque sin ellas todavía veía menos que a través de aquella neblina artificial y porque en casa, con su familia, con sus padres, no le importaba parecer... ¿una mosca? Se rió ante su propia ocurrencia, y más aún al comenzar a vislumbrar la sorpresa con la que le miraban sus padres ante su entrada, ante la entrada de una niña colorada, arrebujada en un abrigo negro que le venía grande, con sus enormes gafas teñidas de vaho gris y riéndose sola. Pasaron muchos años hasta que un día se volvió a acordar de aquella noche, de aquel momento en que entró en su casa y se sintió tan segura, con sus enormes gafas ahumadas y con sus padres acompañándola en su risa. Hoy seguía siendo una niña a la que todo le venía grande, pero se dijo que quizá ella también era capaz de hacer sentir a su hija tan segura y querida como aquella noche. Y ese fue el día en te decidí tener, mi niña. Y ahora, cierra los ojos y duerme, cierra los ojos...

viernes, 5 de diciembre de 2008

y otra vez

El tiempo pasa, y ya estamos cerca de acabar otro año y, como siempre quisiera dar una triple voltereta vital, cantar como un cisne o esconder en tu mano una notita que te deje una sonrisa permanente. Quisiera ser todos los amaneceres y todos los crepúsculos, regalarte una tarta de 100 pisos, quisiera acompañarte de la mano en el laberinto interminable, quisiera despertarte a gritos, quisiera llorar desesperado y llorar de esperanza. Quisiera darte permiso para volar, para volverte loco hasta las 11 de la noche, que no me gusta estar sólo cuando se va el sol. Quisiera armarte de valor, de coraje, que con tu bicicleta vuelvas a recorrer lo que viste cuando no veías como luego viste. Y quisiera que todo fuera tranquilo, grande y bueno. Quisiera poder invocar a la Santa Hermandad de las personas que te quieren para que vengan a acariciarte la cabeza para tranquilizarte cuando te despierta una pesadilla. Quisiera sacar factor común y elevarte al cuadrado, y hacerte aprender que si no tomas aire no puedes llorar.

Quisieras que estuvieras junto a mí.

martes, 11 de noviembre de 2008

la farola y la luna

¿Qué preferís, buen sirviente, una segura y luminosa farola, o la luz de la luna?


Buen señor, si me lo permitís, intentaré contestar a vuestra peculiar pregunta. Sin dudar un instante, ante esta cuestión, mi respuesta sería la Luna. Me imagino completamente sólo en una noche interminable sin otra ocupación que la de observar la luz que me ilumina. Si ésta fuera una farola grande, segura, majestuosa, a buen seguro que me podría mover con presteza bajo la claridad que me confiere, sin embargo, al poco tiempo moriría de aburrimiento. Sin embargo, con la Luna, la Luna, su luz es menos intensa, bien es verdad, pero mi vida sería una constante aventura, ningún momento sería igual al anterior, podría acompañar su vuelo a lo largo del cielo, podría pararme a contemplar días enteros su lejana geografía, viviría con ella, con sus fases de vida, estaría entusiasta como un niño cuando comenzase a desarrollarse en su cuarto creciente, viviría su plenitud luminosa de vida, de felicidad, comenzaría temeroso a darme cuenta de su decrepitud y moriría en vida con su desaparición, para después volver a nacer con la esperanza de la felicidad y la confianza en el futuro. Una farola no entendería estos cambios, ella pensaría, “Yo sólo tengo que dar luz, si la produzco más clara, intensa y segura que la Luna, ¿Quien va a preferir a esa moneda de plata sin contorno ni rumbo fijo?”. Yo señor, mil veces prefiero la Luna. Esa misma que los amantes ofrecen cegados al objeto de su fascinación, esa misma a la que los poetas engalanan y romantizan, sin embargo, ¿Quien le hace poemas a una farola?, esa misma que sólo tiene un nombre y un lugar. Yo te prefiero, Luna, es tu luz la que me inspira y bajo la que bailo embrujado.


jueves, 23 de octubre de 2008

leer

Es bonito leer, durante mucho tiempo creo que lo había olvidado, quizá al mismo tiempo en que se me olvidaba cómo escribir, me sentía incapaz, me sentía tantas cosas, como si escribir fuera aguantar la respiración y tuviera que hacerlo a toda velocidad antes de que me ahogara... También ahora me pasa. Como si escribir fuera retroceder, volver a ser un ciego que juega con historias, con sentimientos, un prepotente, un inconsciente, un inmaduro. Y también ahora me siento así. Como si escribiendo pudiera perder, herir de muerte todo lo bello que había encontrado entre océanos de fuego, ser un blasfemo, blasfemar, no rendir justo homenaje y, odiándome por ello, volver a sentirme perdido, en el más absoluto desierto. También ahora me siento así, y puede que sea el sentimiento más fuerte. Y todavía puede conmigo, todavía tengo miedo, puede que aún tenga que pasar más tiempo o que nunca, realmente nunca, le vuelva a encontrar un sentido. A pesar de este anhelo, de este quasi-sueño infantil al que no veo modo de dar forma, atacado por mil complejos y miedos.
Pero, es tan bonito leer, y yo hoy vuelvo a pedir que no me abandonen las lágrimas, que no me dejéis morir.

viernes, 19 de septiembre de 2008

piedra

Érase una vez una piedra que vivía sola y abandonada en el medio del bosque. Un día un jabalí se acercó a la piedra y comenzó a jugar con ella, la piedra estaba exultante, nunca nadie había reparado en ella y apenas se había movido de su sitio desde que nació. Intentó hablar con el jabalí, pero las palabras no salían de su boca porque hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie y se le había olvidado cómo hablar, intentó expresar su agradecimiento al jabalí, pero no encontró palabras en su corazón de piedra y sólo pudo quedarse callada. Hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie. El pequeño jabalí no se cansaba de la piedra, la cogía con la boca y la lanzaba al aire, pero la piedra no se hacía daño porque era de un material muy duro. A veces se acordaba muy vagamente de cuando no era una piedra, de cuando podía encontrar palabras de agradecimiento en su corazón, o de cuando si la golpeaban le hacían daño, pero eso había sido hacía mucho tiempo, ahora su corazón era de piedra, y ya no sentía todo aquello. Ya no quería sentirlo. Ya no podía sentirlo. El joven jabalí no sabía nada de todo eso, porque sólo veía una piedra con la que poder entretenerse y a la que empezó a coger un poco de cariño. Era una piedra muy bonita, el jabalí nunca había visto una igual, y decidió guardársela.

Los años pasan, las personas, los sentimientos, la vida, pero siempre llegan momentos en los que ya no sé donde buscar, ya no sé qué hacer para pedir ayuda o para ayudarme, en los que me acuerdo de la piedra que fui hace mucho tiempo. En los que no me siento capaz de amar, en los que sólo acierto a pedir perdón.

martes, 2 de septiembre de 2008

Te veo

"Hay tantas formas de amar como momentos en la vida", y, ahora, no sé cuál es la mía para contigo. De repente te veo en una niña que se parece a tí cuando eras pequeña. Te veo en todas las mujeres bellas e inaccesibles, sobre todo para ellas mismas y que, por eso son, a la fuerza, solitarias e independientes y, a la fuerza, fuertes y, a la fuerza, profundas como un pozo al que para llegar se necesita una cuerda cada vez más larga. Te veo en tu frágil calidez, y en la frágil calidez que siento al verte. No sé cuál es mi forma de amarte, pero te veo y te echo de menos.

martes, 22 de julio de 2008

aún hoy

hola mi princesa, ya hace tanto tiempo que no eres el aire que necesito para respirar, hace tiempo que no marcas los latidos que da mi pobre corazón, pero, después de tantos años, aún hoy sigo abrumado por tu bondad, rendido ante tu belleza, después de tantos años, y siento que quizá siempre andaré cogido de tu mano, y no sé si debo alegrarme o debo entristecerme.

viernes, 13 de junio de 2008

veneno

Dulce y maldito veneno,
laberinto de pasiones.
Redes de angustia,
redes de desesperación.
Te disfrazas de amor,
eres la muerte, la maldita muerte,
la muerte sin la que no puedo vivir.
Los hombre mueren,
la muerte existe.

jueves, 5 de junio de 2008

el zorro

El zorro miró al niño y le dijo:

-Ahora tú te vas y me dejas aquí solo, y mi desazón va en aumento, la ansiedad se apodera de mí como un sentimiento desconocido, sé que te vas y yo me siento cada vez más triste, porque tú me has domesticado y ahora mi alegría depende de ti. Antes no era así, yo era un zorro salvaje y en mi vida no cabía un niño como tú. Pero tú me has domesticado y poco a poco, sin darme cuenta, mi felicidad y mi tristeza están ligadas a ti.

Y ahora tú te vas y ya sólo soy un zorro solitario que olfatea el viento en tu busca, porque se me ha olvidado cómo era vivir sin ti y siento que no soy capaz de hacerlo. Ahora te amo, amo tu cabello rubio, tus ojos grandes y verdes, tu sonrisa y tu voz, tú me has amaestrado y ahora eres mi amo.

Y ahora tú te vas y yo no puedo volver a ser el mismo zorro solitario que era antes, porque me has enseñado a amarte. Y a veces me digo que no tenías que haberme amaestrado, no tenías que haberme acostumbrado a ti si al final ibas a dejarme solo. Ahora dependo de ti y quién sabe si podré sobrevivir si tú no estás. Quizá con el tiempo sea capaz de vivir sin ti, y el recuerdo de tus cabellos dorados, de tus grandes ojos verdes, de tu traviesa sonrisa y del color que tienen las cosas cuando tú estás a mi lado, sea capaz de alegrar mi corazón en lugar de entristecerlo como ahora lo entristece.

Porque ahora tú te vas y yo me quedo sólo sin tu amor.


El niño miró largamente al zorro y, con sus grandes ojos verdes llenos de pena, le dio un último abrazo y continuó su camino.


Porque después de tantos años de amistad y de sentimientos especiales, de hacerme sentir grande y bueno, como un pequeño príncipe, después de que mi corazón se pierda otra vez, después de muchas cosas, me desperté sin tí y el recuerdo de un pasaje del principito, que me reconté a mi mismo al no tener cerca el libro, no deja de consolarme y de prestarme apoyo.

Porque te echo de menos, porque sólo sé de mi tristeza porque tú ya no me quieres más.

http://www3.sympatico.ca/gaston.ringuelet/lepetitprince/capitulo21.html

El Principito, de Antoine Saint Exupéry. Capítulo 21

miércoles, 14 de mayo de 2008

Mirar



No te quiero hacer mal,
no quiero nunca separarme de tí.
Pero te veo a tí y algo renace dentro de mí,
como algo que nunca me dejaron vivir,
como una pequeña ilusión,
como si alguien me dejara mirar algo bonito,
y mirarlo y mirarlo,
como un niño emocionado,
sólo mirándote, aquí y ahora,
sin querer despertar.

jueves, 8 de mayo de 2008

querida ana

Querida Ana:

Hola! Cómo estás? Otra vez ha vuelto ha pasar un montón de tiempo desde la última vez que te escribí, ya me conoces, siempre queriendo decir tantísimas cosas en mis cartas, siempre se me vienen tantas ideas a la cabeza que se me acaban atascando como en un embudo y acabo por no decir nada.

Ya sé que a tí no te importa, que lo comprendes, y que, aún sabiendo el esfuerzo que a veces supone para mí escribirte, no dejas de animarme a hacerlo. Esfuerzo porque a tí no te puedo mentir, no puedo evitar ponerme a escribirte y que todo lo que tengo dentro, lo que sé que siento y lo que no sé que siento intente asomarse, e, invariablemente, me siento abrumada y se me llenan los ojos de lágrimas, como ahora. ¿Por qué me pasa esto Ana?

Sólo quería escribirte una carta normal, contarte mi día a día actual, hablarte del libro que me estoy leyendo, compartir un montón de pequeñas cosas que a lo largo del tiempo voy viviendo y anotando mentalmente, "esto se lo tengo que contar a Ana", pero ya ves, cada vez soy más dramática y más exagerada y me pierdo dentro de mí. Ya te conté una vez, yo sola no soy capaz, necesito de ti, de los ojos de las personas a las que amo.

Entiendes por qué te escribo tan de tanto en tanto, Ana? Ya no puedo dejar de llorar y ni siquiera sé el porqué, qué niña más tonta, verdad?
Ojalá no te canses de mí, Ana, ojalá no me dejes de escribir, de cantarme canciones por teléfono, de darme fuerzas, de hacer que no me olvide de mi corazón.
De hacer que no me olvide que cada día es una nueva aventura.

Te quiere mucho.

Anne

jueves, 17 de abril de 2008

elisa

Esta canción es para ti, Elisa,
mi niña,
mi pobre niña, mi dulce niña.
En tu océano de dolor,
en tu amarga desesperación,
en tu acaparador vacío.
En ti, Elisa, sólo en ti.

martes, 15 de abril de 2008

tu olor

~Tu olor suave que quedó pegado a mí, y que reconozco cada vez que te acercas.
~Tu alegría y tus ganas de vivir.
~Las lágrimas que lloré en el coche, sin que nadie me viera, cuando me volviste a enseñar que lo más grande que puedo encontrar es el amor.
~Lo increíble que era sentir que te gustaba.
~Tu voz la primera vez que nos besamos y abrazamos, tan dulce..
~Lo bien que me hace sentir desearte todo lo bueno de este mundo
~Lo que me enseñaste a aceptar y creer en mí.
~La serenidad que siento cuando veo una película contigo.
~Todos los momentos que ocupas mis pensamientos.


~Los silencios, mis silencios.
~El miedo a dejar de ser grande para ti.
~El no poder abrazarte, ni besarte, ni dormir contigo.
~Mi pobre corazón que a veces quiere salir.
~Lo que echaré de menos algo que puede que no llegue nunca.
~El convencimiento que eres mucho para mí, que soy poco para ti.
~Que hayas ocupado parte del espacio que ocupaba mi alma gemela.
~Lo que te echo de menos, cada noche, cada día.
~Que mi corazón no deja de perderse y pocas veces sabe llorar.

martes, 8 de abril de 2008

primavera

estoy aquí sentado frente a la pantalla, y sé que no seré capaz de escribir algo que calme mi sentir en estos momentos, que escribo obligado por la inercia, por el miedo a volverme a casa con la sensación de otro día con la sensación de otro día más.
Quisiera decir tantas cosas, pero no puedo. Han pasado ya los años, pero sigo teniendo tanto miedo a no encontrar nada por lo que llorar dentro de mí.
Y me siento mal, culpable por sentirme así, intentando buscar un sentir que se escapa como una sombra, culpable por no saber sentirme agradecido por todo lo bueno que me ha regalado la vida, que me habeis regalado.
Por olvidarme que cada día es una nueva aventura.
Por sentirme tan niño.
Por no saber mirar el mar.
Por sentirme tan vulnerable, a la vanidad, al rencor, a la oscuridad.
Porque sólo quiero amar.
Porque siento que me olvido de todo esto. Y no sé a quién pedir ayuda.
Porque hay tanta luz, tanta misericordia, tanta bondad detrás de cada cosa..
sqa

sqa

quisiera pedirte perdón, corazón, por todos los momentos en los que no te sé mirar.

miércoles, 26 de marzo de 2008

el flaco

El flaco canturreaba una canción, mientras su padre faenaba en el bar, limpiando vasos, reponiendo bebidas, el flaco sólo se sabía de memoria una estrofa, y la iba repitiendo de vez en cuando, como buscando apoyo. Flaco era su apodo, como podía haberlo sido cualquier otro, no era más flaco que la mayoría, pero así le llamaban sus amigos y algún adulto despistado. El flaco se sentía secretamente orgulloso de tener un apodo, se sentía más individualizado y, en cierto modo le daba algo de vergüenza su propio nombre, como si careciese de personalidad o como si se hiciera llamar así, fuera dándose importancia. Prefería que le llamasen Flaco a que le martirizasen insultándolo de forma más reiterativa en tanto en cuanto más le azoraba la burla. Tenía miedo a las burlas y desprecios de sus compañeros ante las que poco sabía hacer, más que parecer más merecedor de ser alguien de quien burlarse y a quien despreciar, o eso pensaba él por aquel entonces. El flaco se encontró un día una flor que volaba atrapada chocando con los cristales del bar y la liberó, dejándola volar libre. El flaco lloraba a menudo, muchas veces sin motivo aparente, o eso pensaba él. El flaco soñaba y leía, leía mucho, se sentía bien cuando leía. El flaco no quería sentirse solo, pero buscaba la soledad, de su cuarto, de sus juegos, de su bicicleta, de sus tebeos, de sus libros, de sus silencios. Quizá lloraba porque no tenía nada porque llorar, porque tenía prisa por vivir, no veía el camino.

viernes, 7 de marzo de 2008

hoy

Hoy ya no vivo en un pozo sin fondo,
hoy ya no eres mi sol, mi luna, mi todo
mi nacimiento, mi muerte y mi locura,
hoy ya sé caminar
sin estar cogido de tu mano.
Hoy que hasta el miedo es mi aliado,
hoy que todo ha cambiado,
quisiera verte todos los días
porque mi corazón tiene memoria
y yo no te quiero olvidar.

sábado, 1 de marzo de 2008

querida ana

Querida Ana:
¿Cómo estás? Realmente hace mucho tiempo que no te escribo, aunque siempre tengo ganas de hacerlo, pero ya sabes lo perezosa que soy para estas cosas. Hace tiempo que quería contarte, intentar transmitirte lo que significó para mí el marcharme de Erasmus, pero el tiempo pasa, y ayer hizo ya un año que regresé de Francia, ¡un año! Parece mentira lo rápido que ha pasado. Puede que tenga un poco de miedo a no saber transmitirte los sentimientos que guardo dentro cuando recuerdo esa etapa, puede que por eso haya tardado tanto en escribirte, puede que por eso se haya cumplido ya un año desde aquel día en que me subí al tren, desde que me despedí de la estación de personas que hacía apenas 5 meses no eran nada para mí, y que en aquel momento, en el momento en que el tren se puso en marcha, hicieron que me pusiera a llorar como una niña por tener que separarme de ellos.


Ya sabes que siempre había querido irme de Erasmus, quizá porque lo veía como la única forma de probar una vida diferente a la que tenía, la única forma de romper un poco mis cadenas tradicionales que yo misma me había impuesto y de las que tú tantas veces me habías animado a escapar.

Los meses antes de marcharme fueron meses llenos de emoción. Imagino que esta sensación es parecida para todo el mundo que está a punto de emprender un viaje parecido. Realmente lo imagino casi idéntico, sólo cambiarían los rostros, los padres y madres con sus consejos, la marca de las maletas, los detalles que ultimar, el tipo de ropa, o, supongo, el idioma del diccionario dependiendo del país. Un marco que también me atrevo a decir que se repetiría para las primeras sensaciones en el destino. Lo que yo vi cuando llegué a mi ciudad, que imaginé tan llena de encanto, al borde del atlántico, como un pueblo francés de cuento, las sensaciones buenas y malas que tuve también me las imagino en la piel de otros tantos como yo, con los miedos, las preocupaciones por encontrar tu sitio, los apuros por que tu francés, o tu inglés, o tu alemán se comporte en los momentos importantes. Supongo que a partir de los primeros momentos es cuando la historia de cada uno toma su rumbo independiente.

Y, ¿Cómo explicarte, Ana? Reconozco que cada vez los recuerdos son más esquivos, que cada vez me cuesta más que una foto, una canción, un recuerdo me hagan realmente sentir allí, en esa ciudad a la que he añorado durante tanto tiempo. Por eso quería escribirte, para que compartieras conmigo lo que sentí.

Recuerdo lo perdida que estaba el primer mes que pasé allí, el desencanto, la desesperanza que de repente me di cuenta que sentía, lo sola que allí estaba, rodeada de españoles, de franceses y de fiestas y buen ambiente, recuerdo cómo casi prefería encerrarme en mi habitación que acompañar al resto de estudiantes de la residencia en sus fiestas. Recuerdo lo triste y tímida, lo pequeña que me sentía. Como una niña a la que cambian de colegio. Creo que fue el propio Erasmo de Rótterdam quien dijo que si pensabas demasiado en lo que quisieras hacer o quisieras que pasara, ni harías nada ni pasaría lo que deseabas.

Ya entonces me di cuenta de la suerte que tuve, porque de un día para otro prácticamente conocí a las personas que me acompañaron el resto de mi tiempo allí. Alguien que hizo que nunca me sintiera sola, alguien que me hizo sentir valiosa como amiga, y alguien que alegró mi corazón, que me dio el regalo del amor, de descubrir lo grande y bella que puede ser la vida. Nunca me he sentido tan regalada, tan afortunada.

Sé que es difícil explicarte, Ana, y yo nunca he sido muy buena con las palabras, pero era así como me sentía, como si me hubieran hecho un regalo, un regalo especialmente dedicado a mí, para cuidarme y obsequiarme aventura. Y yo, que, como sabes, muchas veces no me hubiera importado dejado de existir, sentí que necesitaba dos vidas para vivir. Porque tuve que decidir entre quedarme allí, o volver aquí, con mis cadenas, pero donde también está mi alma gemela, la persona de la que no puedo y no quiero separarme.

Por eso lloré tanto cuando me subí en ese tren para volver a casa. Porque allí se quedaban esas tres personas y en especial aquella que hizo que un solo momento con ella hiciera que valiera la pena mis cinco meses allí, a la que desearle todo lo bueno de este mundo me hacía sentir tan bien, por eso lloré tanto, Ana, por lo triste que me sentía al separarme de ellos, y por la gratitud que me abrumaba por haber vivido todo lo que había vivido.

Por eso aquí sigo, Ana, con mi decisión, quizá sea la única vez en mi vida que he decidido realmente, no crees, Ana? Siempre tan cobarde para hacerlo. Siempre dejándome llevar por las circunstancias, con miedo a grandes cambios. Aquí, con mis cadenas pero también con mi alma gemela, que llena de luz y de comprensión mis días. Pero, ¿quién sabe dónde estaré el año que viene?

Quizá deba ya ir despidiéndome, gracias Ana, por estar ahí y tener paciencia para escucharme. Ya sabes que yo sola no puedo, yo sola no soy capaz.

Sé que aunque no se quiera olvidar, el tiempo pasa, pero si pudiera pedir un deseo sería ése, no olvidar mis días allí, no olvidar el sol de Marsella ni la lluvia de la Bretaña, no olvidar la música que resuena en mi cabeza cuando pienso en aquellos días, no olvidar ese regalo, no olvidar nunca, Ana, no olvidar jamás.

Tu amiga que te quiere.
Anne

lunes, 7 de enero de 2008

un año después

Me cuesta creer que haya pasado ya más de un año desde que escribiera por última vez en el blog, porque el tiempo me ha pasado muy muy rápido y porque me doy cuenta que he pasado casi un año sin escribir, o escribiendo muy poco.
Me cuesta echar la vista atrás sobre este año, creo que ha sido un año tranquilo, con cambios, pero bueno en general.
Me gustaría ser capaz de decir tantas cosas, pero no puedo, y no sé si quiero intentarlo, tengo miedo de sentirme vacío.
De no encontrar amor. De no ser digno de pronunciar esa palabra. Ojalá siempre me sienta digno, ojalá no se rinda, ojalá no me rinda.
sqa. No me dejeis de ayudar. por favor

miércoles, 27 de diciembre de 2006

se acaba el año

Estamos a 27 de diciembre, queda muy poquito para acabar este año. Intento forzarme a escribir pero es casi imposible concederme una tregua y darme el derecho a dejarme pensar en libertad. Y sólo quiero huir y cerrar los ojos a todo lo que no sea hastío de mí mismo. Dolor interior, que fatiga el ánimo. Ojalá pudiera respetarme lo suficiente como para dejarme que pueda contar. Dónde puedo buscar? Yo sólo no puedo, yo sólo no soy capaz, no sin vuestra ayuda, no sin el recuerdo de vuestra mirada, de vuestra compañía, no sin el recuerdo que ha quedado en mí. Sólo no soy capaz. Sólo me rindo y me pierdo en cada esquina, en cada temor, en cada derrota. Sólo no puedo contar algo sin perderme en mi mundo. Es por vosotros, por tí, que puedo encontrar fuerzas para luchar y para darme permiso para ver la grandeza, para ver lo bello. Para pedir perdón y para perdonarme. Es por tí que este año puedo sonreir y llorar por lo que te echo de menos, porque contigo ví el sol de marsella, porque me abruma el sentir que conocerte fue un regalo que alguien puso ahí especialmente dedicado para mí, para cuidarme y regalarme aventura. Feliz año nuevo

jueves, 7 de diciembre de 2006

en la lluvia

Me resulta difícil empezar a escribir, hace muchísimo que no escribo algo, y sin embargo, siempre he sentido que lo necesitaba, a pesar de que la mayoría del tiempo me fuera casi imposible hacerlo, o hacerlo durante mucho tiempo. No sé muy bien qué destino quiero darle a esto, me gustaría que no lo tuviera muy definido y que todos mis prejuicios y miedos no me impidan sentir en libertad. No sé si seré capaz, ya lo he intentado otras veces de otras maneras, y casi siempre me quedo atascado en mi propia inflexibilidad, en mi egocentrismo o en mi miedo a caer en él. O quizás simplemente porque no era lo que necesitaba. no lo sé. Sé muy poquitas cosas. Me da miedo escribir y darme cuenta de que soy un extraño para mí mismo, de que pueda romper lo bello que haya podido encontrar, de que con las palabras no pueda hacer justicia a la vida, de sentirme desnudo a plena luz del día.
Se me ha ocurrido empezar este blog al leer el de alguien muy especial para mí. El de alguien que durante un tiempo fue la persona más especial. No quiero que sepa que he encontrado su blog porque, aunque creo que no le importaría, quiero que siga siendo completamente libre para relatar sus experiencias y sentimientos, ahora que ya no podemos hacerlo cara a cara, ahora que ya no puedo decirte lo importante que aún eres para mí, ahora que no puedo contarte que sigues estando dentro de mí y que te sigo echando de menos. Ahora que hemos tomado caminos distintos. De lo triste que es darse cuenta que a veces querer no es suficiente.
Me gusta mirarte así, de lejos, aunque sea un poco extraño. Es como si me hubiera muerto y en forma de fantasma te acompañara, sin tú saberlo.
Ya me siento atascado, aunque sea algo anónimo me da pánico saber que todo esto puede ser leído. sqa