viernes, 2 de enero de 2009

abrió los ojos

Abrió los ojos, o más bien pestañeó, le picaban los párpados y, al entrar en casa, el contraste con el frío que hacía en la calle hizo que se le empañaran las gafas. Aún así no se las quitó porque sin ellas todavía veía menos que a través de aquella neblina artificial y porque en casa, con su familia, con sus padres, no le importaba parecer... ¿una mosca? Se rió ante su propia ocurrencia, y más aún al comenzar a vislumbrar la sorpresa con la que le miraban sus padres ante su entrada, ante la entrada de una niña colorada, arrebujada en un abrigo negro que le venía grande, con sus enormes gafas teñidas de vaho gris y riéndose sola. Pasaron muchos años hasta que un día se volvió a acordar de aquella noche, de aquel momento en que entró en su casa y se sintió tan segura, con sus enormes gafas ahumadas y con sus padres acompañándola en su risa. Hoy seguía siendo una niña a la que todo le venía grande, pero se dijo que quizá ella también era capaz de hacer sentir a su hija tan segura y querida como aquella noche. Y ese fue el día en te decidí tener, mi niña. Y ahora, cierra los ojos y duerme, cierra los ojos...