viernes, 1 de marzo de 2013

yonquis

Hay dos tipos de personas. Qué simplificación, ¿verdad? Una parte de mi ser se revuelve en su tumba ante tamaña baja gama de grises. Blanco o negro, contigo o contra mí. Qué horrible. Pero otra parte me susurra, casi con faltas de ortografía, que en lo sencillo está lo real, que el corazón no sabe de filosofía, que no ha ido a la escuela y mucho menos a la universidad. Que él, el corazón, entiende mejor lo que es fácil. Y que no le gustan las divagaciones, es perezoso y se distrae con facilidad.


Hay dos tipos de personas, pues. Y cada persona lo es de un tipo u otro en función a cómo responden ante las pruebas. Cuando una desgracia los abate, derrumba todo su mundo, les quita el aire, la tierra, el agua, el fuego, les parte en dos. Entonces, los hay que se cargan de tristeza y los hay que se cargan de odio. A los que la tormenta les despoja de todo lo que es su ser y a los que la tormenta los carga de carga eléctrica negativa. Los hay que, cuando todo acaba, cuando la noche toca a su fin y el sol vuelve a hacer su aparición, tímido y frío, son mejores personas; y los hay que, por contra, son peores.