viernes, 26 de enero de 2018

Querida Ana

Querida Ana:

Hace mucho que no te escribo. Me cuesta creerlo, han pasado prácticamente tres años. ¡Tres años! Quizá el esfuerzo sea demasiado. Mis días pasan de costumbre en una especie de quietud, y, como alguna vez te he contado, Ana, los años parecen tener únicamente 24 horas. Pero cuando te escribo siento ganas de llorar, quizá porque acuden demasiadas cosas a mi memoria, demasiadas sensaciones que no sé reconocer. Puede que sea lo que les pasa a los niños, que, por eso, lloren tan a menudo, porque viven con el corazón a flor de piel. Cuando te escribo me siento como una niña, una niña pequeña que necesita que la quieran, que la comprendan, que la diviertan, que la hagan soñar. Todas esas cosas que necesitan los niños y que parecen imposibles de colmar.
Puede que, por eso, pasen los tiempos sin escribirte, pero, ¿y si alguna vez no tengo a quién escribir? ¿y si alguna vez no hay un corazón que sacar a flor de piel? ¿Y si alguna vez no hay una niña dentro de mí? Qué tonta, ¿verdad? Puede que te cueste entender que añore sentirme tan vulnerable, tan al borde de las lágrimas.

Es a lo que tengo más miedo, Ana, a dejar de sentir mi corazón. Y quizás la amargura que siento en ocasiones se deba a eso, a que los días pasan sin un momento en el que sepa sentir a mi corazón. Por todos esos momentos en los que no te sé mirar, corazón. Por todos esos momentos en los que me eclipso.

Y busco otros apoyos, me digo: "mi vida es valiosa, es importante, es rica, tengo un marido, un trabajo, una hija, he hecho realidad mi sueño, he escrito libros. No tengo motivos para sentir amargura" Y es verdad, Ana, mi vida es rica en personas a quien querer. Pero, aun así, no dejes de escribirme nunca, Ana. No dejes de quererme.
Tu amiga que te quiere, Kitty.

2 comentarios:

Mel dijo...

Seguis escribiendo??? yo aun intento volver ...

sqa dijo...

Sí, querida Mel, todavía, pero tan de tanto en tanto.
Te espero